PINTURA de PAISAJES URBANOS
Pintura Realista
Pintura Contemporánea
Palacio Cibeles. Madrid
Óleo sobre tabla
Torre de la Catedral. Murcia
Óleo sobre tabla. 140x160cm
Museo Guggenheim. Bilbao
Lápiz, tinta, acuarela, gouache y óleo sobre tabla
Octava Avenida. Nueva York
Óleo sobre tabla
Empire State desde Rockefeller Center. NY
Óleo sobre tabla
Metrópolis I. Madrid
Lápiz, tinta, gouache y acrílico sobre tabla. 1998
Murcia de noche con Torre de Catedral
Mesas de Castillo. Murcia
Óleo sobre tabla
Óleo sobre tabla
Aeropuerto Kennedy. NY
Óleo sobre tabla
Skyline desde Rockefeller Center. NY
Museo Guggenheim 01. Bilbao
Lápiz, tinta, acuarela, gouache y óleo sobre tabla
Plaza Mayor. Valladolid
Óleo sobre tabla
Óleo sobre lienzo
Gran Via de Madrid desde Cibeles
Óleo sobre tabla. 2016
El comienzo
Parece que ha transcurrido poco tiempo y sin embargo hace más de quince años que
conozco a Miguel.
A penas era un chiquillo la primera vez que me trajo unos cuantos dibujos en una vieja
carpeta de cartón, en los que se podía predecir un futuro para este joven, cuya máxima
ambición en aquel momento era convertirse en un artista.
Pasaron varios años y Miguel continuaba esforzándose, dibujando y presentando sus tra-
bajos a cuantos concursos de pintura se convocaban por aquel entonces. Recuerdo espe-
cialmente uno en el que formé parte del jurado, teniendo que enfrentarme a una pintu-
ra que representaba a un romántico arlequín que cantaba a la luna, resuelto en una com-
pacta gama de tonos azules, tras los que se podía vislumbrar un estilo conocido para mí.
No era otro que el de mi amigo Miguel Vivo, que concurría al concurso con la ilusión
y la esperanza que cualquier muchacho albergaría en sus circunstancias. No me lo puso
fácil, convencer al resto del jurado de las excelencias de aquella pintura para su selec-
ción resultó bastante complicado, alguno de los miembros me miraron de manera extra-
ña pensando, supongo yo, que defendía alguna pasión indefendible, al menos por
alguien acostumbrado a analizar y juzgar pinturas y esculturas con bastante asiduidad.
La obra en cuestión resultó seleccionada con la consiguiente alegría de Miguel y algu-
nas dudas sobre mi estabilidad emocional por parte de algunos de los que integraron
aquel histórico jurado.
Desde aquel momento mi relación con Miguel se fue ampliando. Cada vez me traía con
más frecuencia sus trabajos para que le diese mi opinión, al tiempo que me manifestó su
intención de prepararse para estudiar Bellas Artes.
Comenzaba la década de los noventa y Miguel Vivo iniciaba Bellas Artes en la Univer-
sidad de Granada. Cada fin de semana que venía a Murcia me traía una muestra de sus
progresos en la Facultad, progresos que lentamente se iban materializando en algo que
comenzaba a adquirir identidad propia.
En 1992 le propuse a Miguel una colaboración asidua con la Galería, comenzando en ese
momento su preparación para introducirlo en el mercado profesional del arte contempo-
ráneo.
Aunque todavía muy joven, Miguel partía de una base superior a la de cualquier artista
de su edad, conocía y sabía utilizar casi todas las técnicas pictóricas, poseía una gran
capacidad para dibujar del natural y por añadidura disponía de una creatividad y un sen-
tido analítico muy por encima de los artistas que con su edad visitaban la Galería en aque-
lla época.
El primer objetivo que nos planteamos al consolidar la relación profesional entre Miguel
Vivo y la que sería desde aquel momento su galería, Clave, fue crear un lenguaje pic-
tórico que definiese a Miguel como un artista único, con una serie de peculiaridades que
le diferenciase del resto de artistas del panorama nacional del realismo contemporáneo.
La decisión de Miguel Vivo al principio de los noventa de iniciar una serie de paisajes
urbanos en blanco y negro, condicionaría su trayectoria plástica de los próximos diez
años.
El paisaje urbano está considerado actualmente como uno de los temas clásicos del rea-
lismo contemporáneo, la representación plástica de los entornos urbanos es hoy dia un
fenómeno más que asumido, independientemente de la técnica con que hayan Sido eje-
cutados, Hace diez años el término “paisaje urbano” era absolutamente desconocido,
exceptuando algunos trabajos de Antonio López García realizados a los finales de los seten-
ta y hasta mediados de los ochenta, la arquitectura urbana no estaba considerada como
un tema frecuente ni atractivo por la mayoría de los pintores españoles de aquel momen-
to. La naturaleza muerta, el retrato y el paisaje, en su sentido más tradicional, eran los
temas habituales del realismo español, con la excepción de los escasos restos de la
corriente mal llamada “realismo mágico o fantástico”, cultivada durante la década ante-
rior por la mayoría de artistas figurativos españoles, que no repararon en que se trataba
de un volver a la tradición costumbrista descontextualizando los mismos elementos que
llevaban pintados más de un siglo por las diferentes escuelas locales españolas, sólamente
que ahora se les dotaba de un pretendido carácter onírico con la finalidad de otorgar un
cierto sentido enigmático, que en la mayoría de ocasiones no consiguió trascender más
allá de ser una simple anécdota, en algunos casos truculenta.
Cuando Miguel Vivo decide comenzar a investigar sobre la arquitectura urbana como
tema estructural para sus obras, el concepto “paisaje urbano” no existe como tal. Si
por añadidura prescinde de la utilización de la gama cromática tradicional, está otor-gan-
do carta de naturaleza a un esquema que será utilizado y repetido hasta la sacie-
dad en los años sucesivos por artistas de toda la geografía nacional. Desde finales de
los ochenta, fecha en que se inicia el “Nuevo Realismo Español” con artistas como
Miguel Vivo, Félix de la Concha o José Manuel Ballester, este último también vincula-
do profesionalmente a Galería Clave durante el inicio de su trayectoria profesional, has-
ta la fecha de hoy, el realismo en general y el paisaje urbano en particular, han experi-
mentado un cambio definitivo. La arquitectura como hecho pictórico ha sido asumida
como uno de los temas favoritos por los figurativos de las últimas generaciones, equipa-
rándolo a la figura o a la naturaleza muerta, con el valor añadido de ser una de las repre-
sentaciones más objetivas de la creación humana, convirtiéndose en muchos casos en una
crónica social por encima de una simple representación plástica más o menos acertada de
la estética vigente.
Miguel Vivo debe ser considerado como uno de los precursores de la nueva visión del
paisaje urbano contemporáneo. No solamente por su particular enfoque, sino por lo que
de aportación supone tanto su concepción compositiva como los desarrollos técnicos uti-
lizados en cada una de sus obras.
En su producción pictórica de los últimos diez años podemos establecer tres períodos cla-
ramente diferenciados:
Desde 1989 hasta 1994
En esta primera etapa el artista todavía se encuentra en un período de aprendizaje
en el que utiliza todo tipo de técnicas y materiales. Su formación académica
será definitiva en toda su trayectoria posterior. Miguel parte de una estructura verte-
brada en el dibujo. En este primer período capta fragmentos arquitectónicos del natural
apoyándose en fotografías realizadas por él para completar detalles que por la efímera
luz del natural sería imposible captar en directo, de ahí el recurso de fijar un mo-
mento concreto a través de una instantánea fotográfica.
En las obras producidas durante estos años los esquemas compositivos utilizados pre-
sentan una extrema sencillez. Los edificios escogidos como protagonistas aparecen repre-
sentados parcialmente, no es habitual escoger planos generales donde aparezca la totali-
dad del objeto representado. Los puntos de fuga convergen sistemáticamente en el cen-
tro de la obra, casi todas las pinturas presentan una composición central donde el punto
de máximo interés se encuentra localizado en el centro geométrico, independientemente
del formato de la obra.
En cuanto al desarrollo técnico Miguel Vivo utiliza desde sus inicios la madera como
soporte, tablas que cubiertas con imprimaciones realizadas por él, le permitirán trabajar
sobre ellas pudiendo modular el nivel de absorción requerido para un momento en el que
la alternancia de materiales como acrílicos, Óleo y aerógrafo se irán superponiendo en
infinitas veladuras, siempre sobre la base de un dibujo realizado con grafito, que en esta
primera etapa llega a aparecer en muchos casos bajo las diversas transparencias que con-
figurarán el posterior volumen del cuadro. Es un período de investigación donde los
materiales serán utilizados de mil y una formas, buscando efectos y sensaciones distintas
que amplíen más que una metodología un lenguaje.
La investigación e incorporación de nuevas técnicas y materiales será una constante en
todos los períodos pictóricos de Miguel Vivo. En su inicio el aerógrafo desempeña un
papel fundamental, los resultados pictóricos obtenidos durante estos primeros años esta-
rán concebidos fundamentalmente con la sucesión de tintas planas obtenidas con aeró-
grafo y una serie de grafismos, realizados con lápiz y excepcionalmente con acrílico o
acuarela.
La gama cromática se puede considerar como un blanco y negro puro. Los efectos de cla-
roscuro, profundidad y volumen se obtienen a través de degradar el negro con blanco,
buscando una escala tonal de grises, donde difícilmente aparece algún matiz que no pro-
venga de estos colores.
La mayor parte de los temas escogidos durante este primer período son arquitectónicos,
si bien no escoge edificios de una extrema complejidad, fragmenta las composiciones
resaltando de este modo los planos estéticamente más aprovechables. Salvo algunas natu-
ralezas muertas y algún estudio del ser humano, donde la propia anatomía desplaza cual-
quier intencionalidad de profundizar en el retrato, estos serán los motivos que protagoni-
zarán las obras de la primera etapa de un joven pintor que en aquel momento a penas
había cumplido los veinte años.
Su presentación en Madrid en 1994, primero en la Galería Estampa y posteriormente en
la edición de Arco de ese año, auguraron un espléndido porvenir con críticas muy posi-
tivas realizadas por Juan Manuel Bonet en Blanco y Negro, que le dedicó un especial
monográfico y Adolfo Castaño en ABC, que corroboraba las primeras impresiones extraí-
das de una exposición colectiva itinerante denominada “Nuevo Realismo Español”, don-
de conoció por primera vez a este joven pintor murciano, junto a los más destacados
miembros de la última generación de realistas españoles.
Antonio López Giménez